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Ni en dioses, reyes ni tribunos
está el supremo salvador.
Nosotrxs mismxs realicemos el esfuerzo redentor.
La Internacional, 1871
La Iglesia Católica es una de las organizaciones represivas que con más éxito ha perpetuado la dominación del humano por el ser humano. En su ya milenaria existencia, ha ejercido el terror y la persecución sobre numerosas comunidades, destacándose su colaboración y participación en el genocidio de millones de nativos durante la conquista de América, de África y de Asia. No puede olvidarse tampoco la cacería desatada por la Inquisición en contra de quienes se consideraba rebeldes o un peligro –principalmente mujeres a las que se definía como “brujas” por su cercanía a la naturaleza–, imponiendo de este modo el control represivo sobre el cuerpo y las ideas, dominando los cuerpos y las acciones cotidianas; en otras palabras, preparando el terreno para la posterior dominación capitalista.
Durante el siglo pasado, la Iglesia fue un pilar fundamental de la dominación capitalista y de la contrarrevolución mundial. Gracias a su alianza con el régimen fascista de Mussolini consiguió su actual Estado Vaticano, y una serie de privilegios que con los años lograron posicionarla –mediante su banco– como uno de los mayores capitales financieros del mundo. La Iglesia no sólo apoyó públicamente el régimen Nazi –episodio hoy bastante olvidado– sino que ayudó a financiarlo y, después de su caída, dio cobijo a varios genocidas y exterminadores que entraron a formar parte de las filas del sacerdocio. No pretendemos resumir aquí toda la lista de horrores que la Iglesia ha infringido sobre la especie humana, solamente queremos hacer notar el siguiente hecho: aún cuando se encubra, detrás de una máscara místico-religiosa, una de las principales actividades de la Iglesia como institución es la mantención de la paz social necesaria para la perpetuación de la dominación. Ya sea en el esclavismo romano, en la servidumbre feudal o en la actual esclavitud asalariada, la Iglesia siempre ha estado allí en la cima de la estructura jerárquica; ya fuesen emperadores, reyes o capitalistas, siempre los explotadores han encontrado un aliado fiel en la Iglesia.
Una de las principales actividades de la Iglesia como institución, es la mantención de la paz social necesaria para la perpetuación de la dominación
La actual visita del Papa debe, en consecuencia, ser comprendida y analizada con todo su peso histórico. Es necesario arrancar el velo que alegremente difunden capitalistas, tecnócratas y policías por los medios de engaño de masas para ver el verdadero propósito de la visita del líder del Estado Vaticano: afirmar la paz social del capital en Chile cuestionada visiblemente por las comunidades mapuche que actualmente se encuentran en resistencia a la represión militar del Estado chileno. Recordemos además que la visita del anterior Papa Juan Pablo II –ferviente anti-comunista–, fue para consolidar la transición desde la dictadura cívico-militar hacia una democracia capitalista moderna. No es casualidad que uno de los eventos principales haya sido en el Estadio Nacional, lugar ocupado algunos años antes como centro de tortura y exterminio de personas por el régimen, en donde recordó las víctimas pero también aprovechó de hacer un llamado “para que desde aquí brote la paz y la reconciliación”.
Pero no puede haber reconciliación alguna mientras exista la dominación del Estado y del capital. La paz y reconciliación a la que llamaba en aquel entonces el Papa no era la superación de este mundo miserable, sino que era la paz democrática y policial que tanto necesitaba el capital y que –primero mediante el exterminio planificado por la dictadura, y luego mediante la modernización económica– desde entonces no ha dejado de imponerse. El Papa solamente cumplía el rol de consolidar el legado de la dictadura, y asegurar una transición sin protestas hacia el dominio pleno del capital. Una nueva visita del jefe del Estado Vaticano solamente puede cumplir la misma misión, encubierto por su figura de líder religioso que viene a consolidar la paz social amenazada. Nuevamente, tampoco es casualidad que su venida esté precedida por una amplia movilización represora en zonas estratégicas –las mismas que visita el Papa, obviamente–, que es justificada con la excusa de velar por la seguridad de “su santidad”.
La religión es la expresión alienada del anhelo de comunidad y reunión, es la “realización fantasiosa de la humanidad”. El movimiento revolucionario debe oponerse a la religión, pero no desde el racionalismo científico, que es un modo de ser y de pensar del capitalismo, sino que debe tomar posición del otro lado de la religión. No ser menos que ella, sino más. La comunidad religiosa es una comunidad ilusoria, no pasa de ser un conjunto de soledades que comparten una misma ilusión. El movimiento revolucionario es la dinámica que tiende a crear una comunidad humana en la que han dejado de existir la represión y la dominación.
¡Abajo el reino de los cielos! ¡Revolución social contra el Estado y el Capital! Contra la paz social del capital… ¡Comunidad de lucha!