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Ante un alza de los precios del trasporte público, lxs proletarixs salieron a las calles en Valparaíso el 30 de marzo de 1957, y el brote insurreccional se extendió los días siguientes a Concepción y Santiago. La máxima intensidad del movimiento se dio en la capital, llegando a un auténtico desborde popular el martes 2 en la tarde en la “Batalla de Santiago”, que obligó al retiro de las fuerzas de Carabineros y su reemplazo por tropas del Ejército.
Los pacos ya no podían contener los ataques en su contra, y el Gobierno estimó que su sola presencia en las calles había llegado a ser contraproducente. Luego de 3 horas de confusión en que el bando dominante perdió el control de las calles, y así también los partidos y sindicatos izquierdistas, recién a eso de las 21 horas se pudo reimponer precariamente el control de la mano del toque de queda, hasta lograr en palabras del General Gamboa, jefe militar de la zona, “dominar y aplastar la insurrección”.
“Hechos sintomáticos se produjeron durante la asonada de ayer. Las turbas, en su afán sedicioso, no respetaron ninguno de los poderes constituidos del Estado. Pretendieron asaltar La Moneda y atacaron de hecho los edificios en que funcionan el Congreso Nacional y los superiores Tribunales de Justicia. La prensa no escapó, tampoco, a este afán destructor…” (La Nación, 3/4/57).
“Turbas incontrolables llegaron hasta Plaza de Armas y empezaron a una metódica destrucción de bancos, casetas y faroles. Pequeñas fuerzas de Carabineros opusieron sus armas. Y aquí la gente tuvo la primera y engañosa sensación de victoria. Los uniformados escaparon casi con humillación. Vi cómo un grupo de unos 30 carabineros arrancaron de la plaza hacia Compañía seguidos de una lluvia de piedras. Se parapetaron en las puertas y en el Teatro Real. De allí disparaban al aire todavía” (La Tercera, 3/4/57).