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Llega otro primero de mayo y quienes nos posicionamos del lado del anticapitalismo nuevamente nos vemos enfrentadxs a la propaganda del Estado y Capital, que quisieran hacer de esta fecha un día en el que festináramos nuestra condición de servidumbre.
Si bien no podríamos esperar otra cosa de los defensores de la dominación, lo que nos preocupa y concierne en tanto que anticapitalistas es encontrarnos cada año con una reivindicación similar del trabajo por parte de la ultraizquierda y los ‘anticapitalistas’ en general. Para éstos el problema del trabajo casi siempre radica en la apropiación por parte de la burguesía del fruto de nuestra actividad, y su ‘solución revolucionaria’ consiste en arrebatar a la burguesía su poder privativo sobre los frutos de este, o bien los instrumentos de trabajo. Aunque, en la práctica, dichos movimientos se dediquen únicamente a disputar con el Estado, la patronal y las burocracias sindicales mejoras en el sistema de explotación asalariada, mejoras que, por cierto, el Capital necesita para asegurar su progreso y supervivencia en el tiempo.
Pero en realidad el trabajo, como comúnmente lo entendemos en nuestros días, se refiere a un tipo de actividad precisa, perteneciente a un estadio histórico preciso: el de la civilización capitalista.
El triunfo de la revolución burguesa intensificó y expandió el trabajo asalariado y la producción de mercancías a cada rincón del globo, despojando a las personas y a sus comunidades de la tierra y enviándolas a las fábricas. Desprovistas de todo y obligados a satisfacer sus necesidades a través del consumo de mercancías, las personas se vieron en la obligación de vender su propia actividad como fuerza de trabajo a quienes dominaban, convirtiéndose en el proletariado; la clase cuya vida fue reducida a mercancía junto con todo lo demás por la dictadura de la economía.
El problema es que tanto para los defensores declarados del orden como para quienes pretenden oponerse a este, el trabajo se asume con una naturalidad tal que pareciera que las diferencias que a veces ponen en bandos irreconciliables a unos y otros consiste únicamente en cómo gestionar el sistema de explotación asalariada y el capital que este reproduce.
Siendo el dinero el mediador social absoluto y su carencia el equivalente a la muerte en la sociedad capitalista, lxs proletarixs nos vemos arrojadxs cada día de manera frenética a las tareas necesarias para obtenerlo. Así, sea en el trabajo asalariado, autoexplotándonos en el comercio informal o incluso en el trabajo doméstico (trabajo no remunerado e históricamente asignado a las mujeres, sin el cual las otras formas de explotación no podrían haberse sostenido) esta obligación nos saca cada día de la cama para que nos precipitemos a transportes atestados y así cumplir con los horarios asfixiantes de una actividad que muchas veces nos resulta ajena y tediosa, y a la que lo único que nos liga es la necesidad de remuneración económica para la satisfacción de nuestras necesidades mercantilizadas. Esto hace del estrés, las vejaciones, la humillación, la enfermedad, el aislamiento y la locura la tónica habitual de la actividad productiva y, por tanto, de la vida de la humanidad proletarizada. Así, nos ‘ganamos la vida’ en el trabajo, mientras la vida se nos escapa.
Como si fuera poco, las nulas garantías de seguridad en las que todavía pretende justificarse la existencia de este orden miserable se desmoronan a causa de su propio progreso: el trabajo de cada ser humano (es decir, su tiempo) vale cada vez menos porque los capitalistas están obligados a encontrar formas cada vez más elaboradas de abaratar los costos de producción para obtener ganancias y mantenerse activos en la competencia, lo que propicia la precarización constante del trabajo. En el territorio dominado por el Estado chileno conviven esquizofrénicamente la imagen de una potencia económica en línea recta a la abundancia, y la realidad de una sociedad que se cae a pedazos por falta de trabajo y por exceso de él: quien no está cesante y desesperado intentando encontrar la forma de ganarse la vida, está corriendo como loco entre el trabajo, la casa y el consumo, gastándose la vida en una espiral de alienación que sólo aumenta.
El problema es que tanto para los defensores declarados del orden como para quienes pretenden oponerse a este, el trabajo se asume con una naturalidad tal que pareciera que las diferencias que a veces ponen en bandos irreconciliables a unos y otros consiste únicamente en cómo gestionar el sistema de explotación asalariada y el capital que este reproduce.
Una perspectiva radical del anticapitalismo, en cambio, supone acabar con todos los pilares en los que se funda el Capital, incluyendo aquella actividad que le da vida a cambio de robarnos la nuestra. Somos nosotrxs, lxs proletarixs, quienes echamos a andar la máquina capitalista con nuestra actividad enajenada. Somos nosotrxs, por tanto, quienes podemos ponerle freno: si el proletariado es la clase cuya actividad echa a andar el capital, entonces la supresión revolucionaria del capital implica necesariamente la autosupresión de nuestra clase, junto con todas las clases, el Estado y el dinero.
¡MUERTE AL TRABAJO, AL ESTADO Y EL DINERO!
¡PROLETARIXS DEL MUNDO, DEJEMOS DE SERLO!
Hola Fernando! Gracias por escribir.
La cuestión de la abolición del trabajo, a pesar de la claridad de la consigna, plantea una serie de temas bastante complejos.
En primer lugar, y tal como explicamos en otro de los textos de este CdL (¿Contra el Trabajo?), está la cuestión conceptual. Pues cuando hablamos de “trabajo” a secas, nosotrxs estamos hablando de trabajo alienado, de trabajo asalariado, y su correlato invisible: el trabajo doméstico. Eso es lo que queremos abolir, siguiendo un programa claramente expresado por el movimiento comunista/anarquista del siglo XIX, pero que con el tiempo se fue desdibujando hasta convertirlo en contrario: la reivindicación del trabajo como algo natural, ontológico, por el grueso de la izquierda, autoritaria y libertaria, propensa a celebrar el 1° de mayo como una “fiesta del trabajo”, lo que equivale a celebrar la esclavitud moderna.
En segundo lugar, debemos aclarar que si bien entendemos la actitud de quienes tratan de sustraerse desde ya a la imposición del trabajo, buscando otras formas de sobrevivir en medio de esta mierda (“vender hamburguesas y libros”), tenemos muy claro sus límites objetivos, pues en la sociedad capitalista nadie está a salvo de la Ley del Valor, e incluso los mejore intencionados esfuerzos de autogestión terminan o siendo barridos por la dinámica del mercado, o en los casos “exitosos” transformándose en pequeñas o medianas empresas capitalistas. Es todo un tema, ligado a la crítica de la autogestión (abordada en detalle por nuetrxs compas de Cuadernos de Negación en su último N°), y también al viejo debate sobre las “comunas”, del cual podemos referir las respuestas críticas que en el medio comunista/anárquico generaron llamamientos como el del Comité Invisible).
Así que, como tercer punto, nuestra crítica radical del trabajo apunta a identificar precisamente aquello que debería ser el contenido de una revolución social (y no sólo política): la abolición de la producción de mercancías (valores de cambio), y qué tipo de “economía” lo reemplazaría. Ponemos economía entre comillas porque en rigor entendemos que la Economía autonomizada es lo que define al Capitalismo, y por eso entendemos el programa comunista como abolición de dicha autonomía.
Y he ahí el problema de fondo y más complejo de todos los que señalas: para nosotrxs una sociedad liberada no estaría centrada en el trabajo alienado, ni en la Economía como algo separado del resto de la vida. Así que lo de pagar para comer y/o para poder criar no sería aplicable, pues si aún existiera el dinero y la necesidad de que alguien crie niñxs mientras otro está afuera “trabajando” sería indicativo de que aún estamos viviendo en la sociedad capitalista.
El comunismo consiste en “la producción de las condiciones de producción mismas” (Marx), pero el concepto de “producción” acá tienen un alcance totalmente diferente a la de la producción/reproducción de la sociedad capitalista. Dado que el comunismo no ha empezado todavía, sólo hemos podido apreciar hasta ahora de manera embrionaria la manera en que una comunidad humana puede hacerse cargo de lo que señalas (comida, crianza, etc.). A través de iniciativas que se han tratado de sistematizar en cierta medida ya sea en la experiencia del movimiento de los consejos obreros, como la de la CNT en España antes del 36, y otros ejemplos más desconocidos pero igualmente relevantes.
Hola Fernando.
Creo que no entendiste de todo el texto. No hablan de „no trabajar para no sostener el capitalismo“, sino de abolir el capitalismo y por ende el estado, las clases y el trabajo asalariado. Además es importante no confundir el trabajo liberado de la ley del valor y de la sociedad de clases (entendido como interacción del ser humano con el medio ambiente, para satisfacer sus necesidades) con el trabajo asalariado (la forma específica del trabajo bajo el capitalismo, es decir que, al ser privado de los medios de producción, el proletariado es obligado a vender su fuerza de trabajo para sobrevivir). Claro que también una sociedad sin clases no podría vivir sin trabajo, sin embargo, esa forma de trabajo vendría a ser otra que la que conocemos hoy en día. Lo ideal sería por una parte, cubrir las necesidades de todos con el menor esfuerzo posible y dentro de una forma de organización de la sociedad, en la cual no exista ya el dinero, las mercancias, el valor, el trabajo asalariado y por ende el proletariado. En vista de las posibilidades tecnológicas que la humanidad tiene a disposición hoy en día (y que en el capitalismo muchas veces son usadas para producir pura mierda o muerte) creo que es una opción realista. Por otra parte seguramente será importante que la gente pueda decidir autónomamente sobre que producir y que hacer con los frutos de su trabajo (ojo: no estoy hablando de autogestionar el capitalismo, hablo de una forma de producción que no tiene nada que ver con la ley del valor y los demás mecanismos del mercado).
Saludos
P.
Me gusta la idea, no trabajar para no sostener el capitalismo. Ahora bien, cómo vivir sin trabajar? Sin ser mantenido o bien sin mendigar? Se puede sostener una sociedad completa en esta linea?
Lo digo pues es una buena idea, pero si hablamos de un país completo el fin es hermoso, se cae el sistema pues no se sigue sosteniendo, pero qué comen esos millones que sostienen el país y a la vez se sostienen a si mismos y a sus hijos? Cómo un encargadx de la crianza de sus hijos saca de donde comer si todxs dejan de trabajar? Pues no creo que la solución sea que todos vendamos hamburguesas o libros…. o si? y aun asi, de algun lugar debiera salir la materia prima para esos libros y esas hamburguesas, se requiere el trabajo de alguien más para llegar a elaborarlos…
Encantado leo su respuesta.
Saludos cordiales.