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A 45 años del Golpe de Estado cívico-militar, en el que la burguesía local e internacional barrió violentamente con la llamada “vía chilena al socialismo”, la izquierda todavía intenta persuadirnos de que la barbarie capitalista en este territorio tiene su origen en aquel episodio, y que el proceso que fue interrumpido no era sino la revolución idílica de la clase trabajadora en curso hacia la panacea socialista que al fin invertiría la situación para la clase que históricamente ha llevado a cuestas el desarrollo de la civilización capitalista.
Sin embargo, creemos que aquel proceso liderado por la Unidad Popular con Allende a su cabeza, en tanto que jefe de Estado, y que culminó con la violenta intromisión de la burguesía internacional y el derrocamiento del gobierno de la UP, corresponde a otro episodio de conflictos interestatales en el contexto de la Guerra fría: el progreso del capital, que había alcanzado niveles vertiginosos durante el siglo pasado, reconfiguró la estructura del mundo, organizándolo en torno a dos polos, encarnando cada uno de ellos perspectivas supuestamente antagónicas e irreconciliables de la sociedad: la URSS por un lado, y las democracias occidentales agrupadas en torno a EE.UU., por el otro. El colonialismo y otras formas de dominación imperialista en el tercer mundo propiciaron las condiciones de desarrollo y miseria para que la población de aquellas regiones abrazara el ideal burgués de soberanía nacional. Aquel proceso suponía que los nuevos Estados nacionales se integraran en alguno de los dos imperios comerciales en conflicto. El Capital soviético, cuya existencia debía a la revolución rusa de 1917, en la que la clase proletaria, victoriosa sobre la obsoleta clase oligárquica, se presentaba ante el mundo como “la patria del proletariado”, contaba con un desarrollo económico y militar que le permitía asistir estos procesos. Así, la mayor parte del proletariado en lucha a lo largo del globo adheriría a su programa.
La lucha por un Estado democrático es inevitablemente una lucha por la consolidación de este, y nunca su contrario
El proceso “revolucionario” chileno tiene una característica particular: además de conservar intactas las premisas básicas de la sociedad burguesa (como en el resto de las “revoluciones” socialistas), esta fue particularmente encausada dentro de los márgenes de la institucionalidad local, siendo un proceso democrático. El golpe militar invirtió esta situación reinstaurando el orden para los capitalistas locales mediante la dictadura militar.
Al día de hoy, prácticamente todos los Estados e instituciones donde el capital ha alcanzado un desarrollo pleno abrazan el ideal democrático (incluso Corea del Norte se define a sí misma como una república democrática). En Chile y el resto del mundo, la democracia se asume como principio fundamental, difiriendo sólo en cuanto a cuestiones de forma. Incluso la burguesía más reaccionaria se asume demócrata y parcialmente “crítica” con el gobierno dictatorial al que antes adherían.
Y justamente ahora que la democracia es el estandarte de quienes gobiernan a lo largo del mundo, el capital nunca había alcanzado un desarrollo tan basto y culminante como el actual. Sin embargo, la democratización del mundo sigue siendo una de las demandas protagónicas de quienes se consideran anticapitalistas: se asume que, como la dictadura (usualmente asociada al fascismo) es el capital en su peor forma, debe prevenirse que éste llegue a esa forma luchando, por lo general, por un capitalismo “normal”, no dictatorial, democrático. En definitiva, no se trata de luchar contra el capitalismo, sino que de presionar al capitalismo para que este renuncie a sus formas más totalitarias. Y como la dictadura es el capital en su forma más reaccionaria, tal visión significa intentar promover al capitalismo en su forma más moderna, no imperialista, no militarista, no racista, no represiva, no reaccionaria. A su vez, la lucha por un Estado democrático es inevitablemente una lucha por la consolidación de este, y nunca su contrario. La flexibilidad democrática es resultado de la obsolescencia de la dictadura en un momento dado del desarrollo del capital, pero éste no tendría problemas en volver a forma dictatorial si fuese necesario para mantener su organización.
Democracia y Dictadura no son precisamente dos formas opuestas de organización social, sino que son dos formas en las que el capital organiza la dominación social
Democracia y Dictadura no son precisamente dos formas opuestas de organización social, sino que son dos formas en las que el capital organiza la dominación social. Debemos recordar que a lo largo de la historia varias de las iniciativas más avanzadas contra la sociedad de clase por parte del proletariado son difícilmente considerable “democráticas” en tanto que fue la práctica misma y no la consulta popular lo que les dio su fuerza. A principios de los 70’, los Cordones Industriales dieron muestras de formas de organización que desbordaron los canales democráticos del Estado. Por otro lado, fue el gobierno democrático de la UP, quien en un esfuerzo por conservar el orden democrático, aprobó en el Congreso una Ley de control de armas (aún vigente), que aplicó contra la auto-organización de estos mismos Cordones industriales cuando desbordaban los conductos legales de la democracia. Cabe recordar, también, que fue aquella misma democracia la que asesinó y encarceló a los miembros de la VOP cuando estos no se encuadraron al programa demócrata-socialista de la UP y continuaron su lucha por la vía insurreccional.
Contra la mistificación democrática de izquierdas y derechas, nosotros no oponemos el dominio de una minoría iluminada contra una mayoría a la que habría que mostrarles el camino, sino que la auto-emancipación consciente de la clase contra su propia condición de clase. Esta no depende de factores meramente cuantitativos sino que de la determinación consciente de barrer con el orden jerárquico del capital para imposición de formas de vida no mediadas por ningún factor abstracto (como la democracia), sino que sólo por la auto-organización de los involucrados, contra cualquier forma de mediación social y organización alienante.
¡LA DEMOCRACIA ES LA DICTADURA DEL CAPITAL!
¡CONTRA LA DEMOCRACIA Y LA MERCANCÍA, COMUNISMO Y ANARQUÍA!