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El espectáculo de las elecciones en primera y segunda vuelta acaparó la atención de los medios de prensa y comunicación, y no dejó indiferente a nadie.
La renovación de la llamada “clase política” (que en tanto administradores del Estado capitalista representan siempre los intereses de clase de la burguesía) parecía la novedad de este circo electoral, con jóvenes figuras que provenían de las movilizaciones estudiantiles de años previos, y que hoy conforman un conglomerado que se reparte entre los restos agónicos de la Concertación y el Frente Amplio. Tras una aparente derrota de Piñera en primera vuelta, que se interpretó en su momento como demostración de una hegemonía socialdemócrata y reformista, su triunfo en la segunda ha dejado a los izquierdistas profundamente descolocados ante las “irresponsables decisiones” de su pueblo querido y a los opinólogos políticos al acecho para hablar de una “derechización” del país.
Lxs proletarixs no podemos tragarnos nada de lo que se nos ofrece para degustar en el marco de este gran y grotesco espectáculo.
De partida, hay que tener en cuenta que en ambos eventos electorales votó menos del 50% del electorado. O sea, lo único que sabemos es que de 4 “ciudadanxs” sólo 2 votan: 1 por la derecha y 1 por la Nueva Mayoría/Frente Amplio. Así, lo que se juzga con alarmismo como los giros en la vida política del país solo demuestran esa oscilación permanente de la “regla de la mayoría” donde dos cuartos del electorado se baten desde la comodidad y mucho ruido de las urnas embobados en el reflejo invertido y amorfo de la verdadera vida política de esta sociedad (que hasta el momento pasa desapercibida).
Por otro lado, la socialdemocracia en sus distintas variedades (en el FA hay hasta supuestos “socialistas libertarios”) ha compartido desde siempre el poder con el fascismo y la derecha empresarial por las buenas o por las malas, siempre en perjuicio de lxs proletarixs. La única garantía, y es finalmente casi su único fin, que deben guardar los partidos gobernantes sean del color que sean, es la de evitar por sobre todo que la clase proletaria –que siempre está en contradicción con este sistema social– logre organizarse en sus propias estructuras, por fuera y en contra del orden social burgués, cuestionando la globalidad de la vida capitalista. Tanto el reformismo como la represión directa se han presentado históricamente como brazos de un mismo cuerpo para paliar las consecuencias de sus propias dinámicas, colaborando unos y otros enérgicamente en el fortalecimiento del Estado y su aparato policial/militar.
¡Ambos sectores representan variaciones menores en las alternativas de la dominación capitalista para superar sus propias crisis!
Así, no es casual que tal como la Nueva Mayoría mostró en el período 2014/2017 una vocación represiva superior a la de la Derecha (por ejemplo al aprobar el Control de Identidad Preventivo sin ninguna oposición –a diferencia de la Ley Hinzpeter que fue resistida y no llegó a ser aprobada–, o en su guerra constante a las comunidades Mapuche en conflicto invocando sin problemas la Ley Antiterrorista), el candidato Piñera en su campaña final tuviera que tomar algunas banderas de la socialdemocracia histórica, sin las cuales no habría tenido el éxito que tuvo.
¡Ambos sectores representan variaciones menores en las alternativas de la dominación capitalista para superar sus propias crisis! El policía bueno y el policía malo dan y quitan a la clase trabajadora lo que sea necesario, siempre y cuando se mantenga bajo las reglas de su interrogatorio.
La gestión del Estado puede en efecto transformar varios aspectos de la vida social, la cuestión es que esto responderá siempre en definitiva a las necesidades de administración del Capital.
El proletariado debe crear y fortalecer sus propias comunidades de lucha¹ hoy más que nunca. Debe cuidarse de los ataques desde el Estado con Piñera a la cabeza, pero mucho más cuidado debe tener con la Nueva Mayoría y el Frente Amplio en su rol de “oposición”, pues estos últimos basaran todos sus posibles éxitos en el futuro en infiltrarse en las luchas proletarias para encuadrarlas y contenerlas, usándolas una vez más como trampolín para encaramarse en el aparato Estatal y a través de la representación política y electoral.
EL PROYECTO DEL PROLETARIADO
ES UNO SOLO:
¡Revolución social contra el Capital y el Estado!
¡Fin al reformismo, a construir
autonomía de clase!
1. Estas comunidades de lucha son parte del movimiento real de superación de las condiciones existentes, y no tales o cuales partidos o sindicatos. “La organización es la organización de tareas” (MIL/GAC).