Resistencia contra el Estado y autonomía mapuche a ambos lados de la cordillera

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“Nosotros no somos los ‘indígenas de Chile’, nosotros somos Mapuche, somos aparte, somos un pueblo que siempre ha estado aquí, que nació en esta tierra, y va a morir aquí, va a morir peleando”
Matías Catrileo, weichafe asesinado por la policía el 3 de enero de 2008

Hace siglos que corre la sangre en el Wallmapu y Puelmapu, territorios habitados históricamente por las comunidades mapuche. Desde los tiempos de la conquista española, cruenta empresa que cumpliría con las necesidades de desarrollo y expansión de la civilización capitalista, se ha sometido a estas tierras a una permanente violencia, tanto para integrar al régimen de explotación a quienes en ella vivían, como para reprimir precisamente su resistencia a esta incorporación forzosa. Y de resistencia, la historia de la lucha mapuche rebosa en ejemplos. Cayeron líderes conquistadores (Pedro de Valdivia, quizás el caso más notable), ardieron las ciudades impuestas por los invasores, se mantuvo a raya en buena parte del territorio a las huestes del imperio español, etc. Son los Estados chileno y argentino los que finalmente logran dominar tales regiones, masacrando y condenando a la miseria a las comunidades mapuche, utilizando y reforzando el más despreciable racismo para fomentar su campaña terrorista, la que no ha terminado. En ese sentido, ambos Estados actúan de forma idéntica y organizan reuniones binacionales para mejor llevar a cabo su tarea represiva.

Pero la lucha no cesó. Las formas de vida comunitaria previas a la conquista europea se opusieron siempre a las relaciones sociales del capitalismo en formación y nunca fueron desterradas de forma absoluta. Expresión de ello es que, en el Wallmapu, aun a fines del siglo xx, las experiencias de lucha y organización cuyo foco consistía en la reivindicación territorial de las comunidades mapuche contra la propiedad privada, encarnada principalmente en la industria forestal y latifundistas, adquiere una mayor fuerza, y no se ha detenido desde entonces. Tomas de terreno, ataques a maquinaria forestal, cortes de camino, y otras formas de sabotaje y acción directa, han caracterizado el devenir de este movimiento, lo que ha traído consigo la más feroz represión estatal, cobrando valiosas vidas de weichafe (Alex Lemún, Matías Catrileo, Jaime Mendoza Collío, y un triste etcétera de asesinadxs en diferentes contextos represivos), y llevando a la cárcel a decenas de comunerxs.

Al otro lado de la cordillera, en el Puelmapu, bajo el territorio dominado por el Estado argentino, las experiencias de lucha por la autonomía y contra la usurpación capitalista son más nuevas en cuanto a notoriedad, pero no menos intensas. No es, sin embargo, nueva para nosotrxs, lxs explotadxs, la sanguinaria respuesta del Estado, que durante los últimos meses del 2017 ha tomado la vida de dos compañeros: Santiago Maldonado y Rafael Nahuel.

El enfrentamiento contra las fuerzas del orden capitalista no es sólo un conflicto entre “pueblos indígenas” y empresarios particulares, sino que es parte de la resistencia de los seres humanos contra las relaciones sociales capitalistas, que en estos territorios se ha expresado sin parar desde hace ya 500 años, cuando los compañeros y compañeras mapuche decidieron dar la pelea contra el invasor, que los puso a trabajar por la fuerza en aras de acumular oro (y después de eso, otras formas de valor y de dinero).

Son el Capital y sus Estados los que a lo largo de la historia han arrasado la tierra y a quienes en ella habitan, haciendo de la supervivencia humana en condiciones asfixiantes la única forma posible de vida. La lucha por la autonomía por fuera de las lógicas mercantiles no puede dejar de despertar una solidaridad activa. Pero esta tampoco puede reducirse unicamente a atacar a tales o cuales empresas capitalistas, a confundirlas con el Capital mismo (que es una relación social). Son estas relaciones globales las que deben ser subvertidas. Para aquello, apelar a conceptos que son propios del desarrollo del mundo burgués, como el de «nación», resulta nefasto para las luchas autoemancipatorias, pues las confinan en la defensa de ilusiones que ocultan las razones de la miseria actual. La resistencia mapuche al Capital y a la represión estatal, junto a su reivindicación de autonomía, son parte de una lucha más extensa y global contra nuestra propia condición de explotadxs, y como tal la hacemos nuestra sin por ello tener que asumir pasivamente discursos nacionalistas.

Lo que reflexionemos de la actividad total de la lucha mapuche es una integración para la guerra social en general, que sólo ES cuando resulta una práctica específica que al mismo tiempo se acomoda a nuestro contexto y vuelve sobre sí misma para tornarse más rigurosa contra nuestros enemigos de clase, viendo sus errores y aciertos además de la reacción del Estado/Capital.

¡VIVA LA LUCHA MAPUCHE POR LA
COMUNIDAD Y AUTONOMÍA!

¡Guerra al Estado/Capital!
¡Viva la lucha revolucionaria por construir la comunidad humana!