La explosión feminista: alcances, limitaciones y posibilidades

CdL 06 / junio 2018

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Las tomas feministas no han dejado indiferente a nadie. Este histórico movimiento ha marcado la agenda noticiosa pero también la opinión pública. Por primera vez en la historia de este país el movimiento feminista realiza acciones antes impensadas, como por ejemplo la toma de colegios y universidades con demandas como “una educación no sexista”: tomas mixtas, tomas separatistas solo para mujeres, tomas separatistas con disidencia, son las diversas formas que va tomando un movimiento que parece haber explosionado desde la nada.

Sin hacer un análisis histórico sino contextual, podemos comprender que esta explosión solo fue una rápida ebullición de elementos que venían incubándose desde hace algún tiempo.

La visibilización en los medios de la violencia doméstica contra las mujeres fue tomando un correlato cada vez mayor en los 8 de marzo que, desde hace unos 5 años atrás, comenzaron a hacerse más masivos, en marchas multitudinarias y con mayor convocatoria año tras año.

El año pasado hubo paros y tomas feministas en la U. de Chile, en la Usach y el Liceo 7 pidiendo la expulsión de profesores acosadores que, sin alcanzar la masividad de hoy, dan cuenta de los antecedentes de las actuales movilizaciones. Paralelo y dialogando con estos acontecimientos surgen diversas organizaciones feministas: la Red Chilena Contra la Violencia hacia las Mujeres, el Observatorio Contra el Acoso Callejero, la aparición de «Ni Una Menos» en Chile (organización que surge en Argentina contra los femicidios), son una muestra de la proliferación de organizaciones que han ayudado a desnaturalizar las violencias patriarcales que se articulan en la sociedad desde los micro-poderes como la violencia doméstica, la doble jornada laboral, el acoso callejero y la desnaturalización de las violencias más explícitas como la violación y los femicidios. En suma, esta explosión feminista no debería extrañarnos, tampoco los métodos que está empleando, que derivan de los últimos 10 años de movilización estudiantil del país. Son prácticas ya ejecutadas: tomas, marchas, paros. Lo interesante y novedoso de todo esto radica justamente en que esta toma de espacios públicos y educativos (universidades, colegios, centros de formación técnica) está siendo efectuada principalmente por mujeres cuyas ideas y prácticas no conforman un movimiento homogéneo como tal, sino que son diversas como lo ha sido el movimiento feminista en su historia y como condiciona también un contexto económico neoliberal y posmoderno que no tiene finalmente una cara definida, sino más bien son una multiplicidad de posibles sujetxs. Con todo, hasta aquí podemos plantear algunos elementos que nos ayuden a comprender el movimiento, y mirar sus alcances, limitaciones y ver qué posibilidades puede abrir socialmente hablando.

Alcances y limitaciones

Indudablemente el movimiento se ha posicionado con masividad. Lo demuestran la cantidad de universidades movilizadas o que se movilizaron y su rápida expansión en los medios de comunicación masivos y redes sociales posicionándose como temática nacional. Sin embargo, la masividad del movimiento no oculta sus limitaciones. Un primer punto de tensión tiene que ver con la comunicación. Existe una interpretación masivamente errada del feminismo, quizás influenciada por las redes sociales, otras tantas por los medios de comunicación masivos, otras por repetir consignas sin entender la profundidad de los análisis, otras por una actitud reaccionaria de hombres que lo sienten como un ataque. Con todo, se queda en un superficial mal entendido de guerra entre sexos, donde pareciera ser que a simple vista el principal problema es el Hombre. Esta interpretación burda e infantil tiende a generar divisiones y a ver enemigos errados. Aquí hay dos errores garrafales, el primero, es que no existe un hombre universal, porque hay hombres burgueses, proletarios, indígenas, blancos, negros, etc. Lo que los posiciona en distintas esferas sociales y por tanto lugares de poder al interior de la sociedad. Segundo, si bien es cierto que la violencia contra la mujer es un problema interclase (tanto en la burguesía como en el proletariado las mujeres sufren violencia de género), no es menos cierto que para poder comprender esta problemática desde una perspectiva holística, debemos interiorizarnos en comprender el sistema sexo-género en relación al modo de producción en que se contextualiza e inserta. Una salida a esto, como lo plantea Engels, es relacionar la aparición de la propiedad privada (no como fetiche sino como relación social) con la opresión de las mujeres, por lo tanto, hay que buscar ahí el origen de la problemática.

Si quienes demandan no tienen claro de donde surgen las problemáticas que quieren enfrentar, es fácil confundirse y confundir al resto. La violencia patriarcal es violencia del capitalismo, por tanto, nos afecta tanto a hombres como mujeres de manera cualitativamente distinta.

Pareciera ser que patriarcado y sociedad de clases son dos caras de la misma moneda. En este sentido, la división sexual del trabajo vendría a ser la forma más primaria de poder utilizándose además como pedagogía del poder. Es ahí, en esas relaciones, donde aprendemos de sumisión y jerarquías como condiciones y de la dominación masculina como construcción simbólica dominante; nuestros roles sexo-género como forma de asumir con naturalidad los roles de la sociedad de clases. Otra salida, sería comprender las relaciones de género, como una forma primaria de relaciones significantes de poder. Con todo, consideramos que la clave está en desmenuzar y comprender en relación la producción y reproducción social de la vida misma. Con esto, tenemos que ser capaces de generar un análisis que contenga las particularidades y especificidades de las relaciones sociales, pero también cómo interactúan estas entre sí, y como se sostienen unos poderes con otros y como se sostienen unas opresiones con otras. Este análisis de relaciones sociales debe a su vez explicar el orden simbólico y cómo se ha sostenido como sentido común la Ley del Padre o la dominación masculina. Esto da pie a un tercer punto, entender que el patriarcado afecta a los distintos sexos-géneros. El patriarcado nos oprime a todxs, a todxs nos castra en su modelo binario, (a los hombres los castra en su emoción y conexión con lxs otrxs, a las mujeres las castra en la razón).

No analizar estas problemáticas y perder de vista la profundidad del análisis para mirar solo las consecuencias nos tendrá poniendo parches y reforzando el propio patriarcado y la heteronorma, volviéndola más flexible, pero constituyendo nuestras relaciones y nuestra psiquis. Además, nos pueden llevar a otras limitantes aún mayores como una actitud reaccionaria por parte de los hombres que puede convertirse en una escalada de violencia contra las mujeres y ridiculización del proceso aún mayor¹. Si quienes demandan no tienen claro de donde surgen las problemáticas que quieren enfrentar, es fácil confundirse y confundir al resto. La violencia patriarcal es violencia del capitalismo, por tanto nos afecta tanto a hombres como mujeres de manera cualitativamente distinta. Ahí es donde hay que poner ojo y asumir responsabilidades de cambio colectivo, renunciando a prácticas violentas naturalizadas por milenios.

Otra limitante ha sido indudablemente la reacción de los propios hombres que, a modo general, han reaccionado contra el movimiento ya sea a modo de burla o directamente en su contra, antes que cuestionando la construcción de masculinidad que les mandata el patriarcado. Con todas las contradicciones y paradojas que presenta el movimiento feminista actual, es indudable que ha remecido y en eso ¿por qué reaccionar de la manera más cómoda? ¿Por qué no verlo como una oportunidad, como una tensión a potenciar, como una posibilidad de deconstrucción masculina hegemónica y proponer y criticar la masculinidad occidental y sus mandatos que los han oprimido por milenios? Los mandan a la guerra, a trabajar asalariadamente (explotación), les castran su emocionalidad, mandatándolos como machos violentos y viriles, mandatándolos a la acumulación de mujeres, a la nula o escasa afectividad paterna, etc. ¿No se cansan también de eso? ¿No es tiempo de pensar otras formas de relacionarnos?

Posibilidades

Con todo, el movimiento feminista nos ha dado una posibilidad: La visibilización de la jerarquización entre los sexos-géneros y la opresión entre ellos posibilita o abre la puerta de entrada a un análisis más profundo, un análisis que nos lleve a la piedra filosofal de todo este entramado social que nos tiene explotando humanos sobre otros humanos y el planeta. Que nos da posiciones según nuestra clase-etnia-sexo/género.

Si somos lo suficientemente agudxs, podremos observar que nos invita a transformar nuestras relaciones más primarias y básicas, a desjerarquizarlas, a vivirlas en solidaridad y apoyo mutuo con nuestrxs semejantes y seres queridxs. Cuando llevemos a la praxis esto, y nos podamos mirar verdaderamente, podremos sentar las bases comunizadoras de un proceso social que no tendrá vuelta atrás.

 


1. Se ha podido constatar que mientras la clase política y otras instituciones se disfrazan de feministas, la violencia contra las mujeres ha aumentado; lo que deja entrever que incluso en los momentos donde las movilizaciones son cada vez más álgidas, las prácticas de violencia patriarcal no disminuyen sino que se mantienen e incluso aumentan. Tal situación no hace más que reafirmar la miseria de un mundo sin corazón que es preciso transformar desde la raíz.